A menudo se confunden, pero el fisicoculturismo y la halterofilia no son lo mismo. Aunque en ambos deportes la base del entrenamiento es el levantamiento de pesas, los objetivos que persiguen son bien distintos. Y conviene no confundirlos, a no ser que queramos entrar en una discusión con alguien muy musculado.
La esencia de la halterofilia es buscar el límite de la fuerza humana. Hay que levantar de una vez el máximo peso posible. Es deporte olímpico desde 1896 y en los últimos Juegos de Río el ganador masculino en la categoría más alta izó un peso de 217 kilos, un nuevo récord mundial. ¡Y con solo 23 años!
Los halterofilistas no buscan un fin exhibitorio, como en el fisicoculturismo, sino práctico. Trabajan durante años en el gimnasio para tener una técnica perfecta. Cualquier mínimo defecto o vicio adquirido puede impedir que el atleta desarrolle todo su potencial y con el nivel tan alto que hay en este deporte, eso significa perder una competición. Los detalles definen quién se lleva la medalla de oro y quién la de chocolate.
Las diferencias físicas entre los amantes del fisicoculturismo y la halterofilia son evidentes. A pesar de que en ambos casos tienen una figura portentosa, los fisicoculturistas hacen levantamiento de pesas para tener unos músculos bien definidos y simétricos sin el objetivo principal de ganar fuerza. Eso se logra a través de repeticiones altas con pesos moderados.
El entrenamiento de halterofilia busca justo lo contrario: conseguir unos músculos grandes para explotar todo su potencial en el momento preciso. Para conseguirlo, se hacen ejercicios levantando mucho peso en pocas repeticiones. Los practicantes se exprimen al máximo en un intervalo de tiempo corto. Es una actividad anaeróbica en toda regla.
Las normas están bien claras en la Halterofilia. Gana el que más peso levanta y se acabó. Sin embargo, en el fisicoculturismo, elegir a un vencedor es algo más complejo. Entre otras cosas, se valora el desarrollo, simetría, tamaño y proporciones del físico. Pero además, se tiene en cuenta que los músculos luzcan bonitos y la elegancia sobre la tarima donde compiten los participantes. Para estar perfectos, se someten a una dieta para fisicoculturistas estricta y sin caprichos. No están permitidos. Los días previos, incluso, apenas beben agua para marcar aún más su musculatura.
Se suele pensar que es un deporte vacío, sin contenido, pero eso es un simple cliché. Requiere una disciplina casi hercúlea.